Pudor y bañitos
Las modificaciones fisiológicas que está sufriendo Yolanda han provocado una serie de cambios en la logística de nuestro día a día. Una de ellas es que el bañito ha pasado a correr por parte de papá que, a su vez, aprovecha el final del bañito para darse una ducha. Esto ha llevado a niquillo a observar que su papá también tiene pirulilla, al igual que él. Su curiosidad le ha llevado a querer tocarla y esto ha traído un debate a casa: ¿debemos enseñarle que esta parte del cuerpo en concreto, merece un tratamiento diferente a otras partes del cuerpo?
Su madre opina que sí. Debemos, desde ya, enseñarle que es diferente a las demás partes del cuerpo. Uno de sus principales argumentos es que si el niño sabe que esa parte del cuerpo es diferente a las demás, estará más capacitado para no dejarse tocar y para dar la voz de alarma ante un posible caso de abuso.
Yo no tengo una posición clara ante esta diatriba, pero pienso que lo natural es tratar esta parte del cuerpo como cualquier otra. Señalar una diferencia implica crear un velo de misticismo incómodo. El exceso de pudor puede llevar a lugares desagradables como sentir miedo del cuerpo propio, de los cuerpos ajenos o sentir pavor ante la desnudez.
Debe haber una escala de grises entre el clásico individuo de gimnasio que se pone frente al espejo a peinarse completamente en bolas y las personas que necesitan estar completamente a oscuras y con ropa para tener sexo. Me gustaría que mi hijo estuviera más cerca de la autoestima del primer grupo (pese a su carencia de empatía) que del complejo de inferioridad del segundo.
Además, en el caso de los hombres, el pudor es una constante amenaza contra nuestra masculinidad. Un ejemplo es que pasamos de hacer pipí en el váter a hacerlo en el urinario porque el pudor es un síntoma de falta de virilidad. Considero que el pudor, a pesar de ser antropológicamente natural, no es racional. Lo racional es considerar que es una parte más del cuerpo.
Pienso que mi obligación es enseñarle a mi hijo lo que es racional. Posteriormente, entre el mundo y yo, le enseñaremos que el mundo tiene una serie de códigos, protocolos y cortafuegos que necesitamos respetar para vivir en sociedad. Creo que lo lógico es saber diferenciar entre quiénes somos y dónde vivimos. Está claro que estamos asociados a un contexto, pero disociar entre nuestro yo y el contexto es una buena herramienta para la vida.