¿Por qué Almería?


¿Por qué Almería? Porque la primera vez que te marchas, llegas a un sitio nuevo e impoluto como Granada, un lugar en el que todavía no la has cagado, y te sientes fenomenal, y juras nunca volver. Pero el tiempo pasa y la vida te lleva a Salerno, y piensas que allí no te pasará lo mismo porque ya eres maduro y no generarás esa ingente cantidad de residuos emocionales con los que has contaminado Granada.

Pero no es cierto. La cosa empeora cada vez; estás en Madrid y la odias tanto que ni siquiera la contaminas. Te das cuenta de que ese sí que es el sitio donde no debes estar, te das cuenta de que odiarte a ti mismo es lo único que demuestra que estamos vivos.

Por eso vuelves, porque ya te has cansado de jugar al emigrante del sueño errante y lo único que quieres es que todo sea «normal y corriente». Quieres vivir en esos lugares comunes que tanto denostaste cuando la arrogancia del intelectual inmaduro era tu seña de identidad.

Y cuando vuelves, te enamoras. Por algún motivo, ese miedo infundado a pasar por los lugares donde disfrutaste o sufriste no te deja sin respiración; en cambio, te libera y evoca un sentimiento de pertenencia muy gratificante, como si la montaña rusa hubiera llegado a la mitad del trayecto.

Sin embargo, espero no dejar nunca de poner buena cara a quienes, con la mirada aún cargada de inocencia, me dicen: «A mí Almería se me queda pequeña».

¿Por qué Almería?
¿Por qué Almería?