La humanización del lobo
Nico suele celebrar con vítores la parte del cuento en la que el lobo se quema con la chimenea. Del mismo modo, ha tenido durante un tiempo una obsesión angustiante con la figura del lobo. Es posible que empezar a sentir este tipo de miedos forme parte natural de su desarrollo. También es posible que un juego, en el que le escondía un muñeco de lobo para que apareciera y le asustara, haya tenido algo que ver. El caso es que nunca lo sabremos.
Hemos buscado maneras de mitigar ese pavor. Le hemos explicado que el lobo no es malo, que no se come a los cerditos, sino que se come su comida. Incluso hemos llegado a prohibir hablar del lobo en casa, pero nada funcionaba. Un día, se nos ocurrió decir que el lobo estaba triste porque su mamá le había regañado, y eso le sorprendió. Saber que el lobo se enfrentaba a las mismas vicisitudes que él le generó una empatía que provocó que el lobo le pareciera más vulnerable y menos aterrador.
Así que he estado pensando en esa lección que nos enseñaron de pequeños: «no desear el mal a nadie». Creo que ese impulso de desear el mal tiene que ver con la incapacidad de humanizar a los demás. La falta de empatía que genera internet es la que lleva a la gente a cometer atrocidades que no cometerían ante personas de carne y hueso. Este es el motivo de que los intentos de asesinato sufridos por Donald Trump le hayan hecho subir en las encuestas. Las desgracias nos hacen accesibles; el ridículo y la autocrítica provocan simpatía.
De hecho, lo que caracteriza a los villanos es la ausencia de humanidad. Y, en el derbi, se produjo un viaje de ida y vuelta en este sentido. Ese señor que defiende la portería vikinga pareció humanizarse al convertirse en víctima del lanzamiento de objetos por parte de unos energúmenos, solo para luego, con una reacción propia de «ratas traidoras», celebrar con sus compañeros que el partido tuviera que ser suspendido temporalmente. Esto, además, ha desencadenado una lapidación pública del Cholo, que es mi pastor. Así que, no deseo el mal a nadie, pero sinceramente, no me importaría que Courtois se quemara el culo con la chimenea.