Familia numerosa ¿especial?
En estos últimos días hemos comenzado a dar pequeños paseos con nuestros vástagos y debo admitir que llamamos la atención. Entre el carrito doble, Niquillo y Happy, hay momentos en que siento que somos influencers. Luego recuerdo que sólo me visto con camisetas básicas de Sfera y se me pasa la tontería.
Algo que me ha sorprendido de ser familia numerosa es que parece que la gente nos ve con un halo de facherío alrededor, algo que nada tiene que ver con la realidad. Personas mayores se me acercan para hacerme comentarios xenófobos, dando por hecho que voy a estar de acuerdo. Me dan la enhorabuena al verme y me dicen que les hacemos sentir que aún hay esperanza para este país: «tres hijos españoles, nada de moros, rumanos o negros, españoles de verdad».
Me da pena la cara de tristeza que se les queda tras explicarles que prefiero la mezclilla, gente con otros idiomas y costumbres que enriquezcan la sociedad, que eso de ser todos blanquicos y castellano-parlantes es bastante aburrido. Me causa desazón esa mirada henchida de tristeza escondida bajo la visera de una gorra del ejército del aire.
Sin embargo, tampoco creo que haya que juzgar a estas personas con excesiva dureza. Han vivido la mayor parte de sus vidas en una realidad diferente a la nuestra y no han sabido escapar de ese anacronismo en que ahora se ven sumidos. No tengo la misma consideración hacia la gente joven que elige el racismo como parte de su identidad. El analfabetismo de la abuela a la que no dejaron estudiar es triste; la ignorancia de quienes tienen acceso a la cultura no tiene perdón.
