El precio del silencio


No creo que se le pueda poner ningún pero a la forma en que se despidió Iniesta, exprimiendo hasta la última gota de su fútbol. Nada de arrastrarse por la élite, haciéndose la víctima y amenazando cada semana con su retirada. Tampoco creo que se le puedan poner peros a quienes deciden retirarse en su momento más álgido. ¿Elegancia o pasión? ¿Experiencia o recuerdo? ¿Cantidad o calidad? ¿Qué es mejor? No lo sé. Solo tengo claro que quienes viven mucho, no mueren cuerdos.

La vida la marcan los finales y los principios. En las series y sagas cinematográficas suele haber diferentes directores. Sin embargo, quien dirige el primer capítulo o película establece el tono y la atmósfera del universo en el que se desarrollará la historia. Me gustaría que fuera cierto, porque el primer capítulo está saliendo perfecto y no creo que sea capaz de hacerlo tan bien con «los nuevos».

Aunque tampoco creo que deba quejarme, hace unos días escuché de una pareja del cole que tenía un niño y les vinieron trillizos. «Que no se quejen, que tienen dos semanas más de baja», que diría mi colega, el autónomo.

El caso es que espero que el irrepetible primer capítulo de mi trilogía, que es mi obra magna, forme parte de los siguientes y sirva para paliar el hecho de estar más cansado, tener menos tiempo y menos paciencia.

Es cierto que el resultado no es lo único que cuenta. ¡No somos madridistas! Si solo importara el resultado, el padre de Obama podría jactarse de su labor. Además, la percepción es subjetiva; y no lo digo en plan «como es tu hijo, lo ves perfecto». Es objetivamente perfecto. Irrefutablemente perfecto.

Pero la perfección adopta diferentes formas. Suelo decir que es mejor ser simplón y feliz que un erudito torturado, pero en realidad creo que no lo pienso. Aunque a veces sí. Hay casos y casos. Ninguno de los eruditos que conozco se caracteriza por su felicidad. Tampoco todos, todos son unos amargados. Es cierto que quienes tocan las nubes caen desde muy arriba. Pero tal vez no sea un precio tan alto por, de vez en cuando, escuchar el silencio.

El precio del silencio
El precio del silencio