Cultura de la cancelación
No fue un saludo nazi. Basta ya de tanta hipersensibilidad. Hoy en día, cualquier cosa se tacha de nazi: contar un chiste políticamente incorrecto, nazi; adular a una bella mujer, nazi; expresar cualquier opinión que no encaje con la narrativa woke dominante, nazi.
La etiqueta de «nazi» se ha banalizado hasta el absurdo. Resulta que hasta los judíos son nazis. Intentas exterminar al pueblo palestino: nazi. Además, ¿no se dan cuenta de que los nazis no lo consiguieron? Israel sí va camino de lograr erradicarlos de la faz de la Tierra.
No se puede hacer nada. Te cancelan por cualquier cosa. Un «Grab by the pussy», un par de frases sacadas de contexto, una condena por violación y... ¡bum! Cancelado. Y estás jodido. No esperes ya alcanzar un puesto de responsabilidad, ni la presidencia de una superpotencia mundial, ni nada. La muerte en vida.
Menos mal que muchos de nuestros famosos no pasan por el aro y se mantienen firmes en continuar diciendo barbaridades en prime time para defendernos de la persecución de lo políticamente correcto. Gracias a Dios (al bueno, al que come jamón) que se la juegan por nosotros.
Mientras tanto, El Mundo Today y otras ratas de la izquierda, sobreexpuestas mediáticamente, huyen de Twitter. Yolanda Díaz también se ha ido. Como han quitado los filtros de la red, teme recibir cada día mensajes del tipo: «Te vamos a matar, puta». No respetan a los que pensamos diferente. Es libertad de expresión.
Ahora resulta que, si te das un golpe en el pecho y levantas el brazo derecho de manera que forme un ángulo de cuarenta y cinco grados con tu cuerpo en la cumbre más reaccionaria de las últimas décadas, eres un nazi. Pues no. Es una forma de decir «os llevo en el corazón». ¿Una forma poco ortodoxa de hacerlo? Puede ser. Pero, ¿cómo esperáis que lo entiendan los progres de mierda? No tienen corazón.
¿Qué es lo próximo? ¿Que te llamen nazi por llevar tatuada una esvástica? Vaya mundo estamos dejando para nuestros hijos. En fin, no os entretengo más. ¡Hala Madrid!