Para beber y fumar molaba


Hasta los diecisiete años bebí agua del grifo. Un día, mi padre debió escuchar algo sobre el agua del grifo de Almería y, desde entonces, somos esclavos de transportar garrafas a casa y reciclar una ingente cantidad de plástico.

Pero las cosas cambian de forma inesperada. Fijaos, si no, en las gafas de sol esas de mamarracho que se han puesto de moda ahora. La realidad es inabarcable y uno no puede estar preparado para todo.

Cuando llegaron los politonos, todos nos esforzamos en encontrar uno que nos definiera. Algo especial. ¿Por qué hicimos eso? Porque, en aquel momento, los politonos eran abarcables.

Pero luego los móviles evolucionaron y se pudo poner cualquier canción del mundo como tono de llamada. ¿Y qué pasó? Que nadie volvió a cambiar jamás el sonido por defecto.

Compramos nuestra casa convencidos de que era perfecta. Pero, de golpe, vinieron los mellizos y convirtieron una decisión perfecta en una cuestionable.

¿Qué le vamos a hacer? La vida no avisa. La imprevisibilidad lo arrasa todo, y tomar buenas decisiones a largo plazo es, en el fondo, un acto de fe.

Creo que Yolanda piensa mucho en esto. Lo noto cuando me manda a la cocina a por toallitas, vuelvo sin nada, y le digo: «No sé qué me habías pedido, pero… ¿no crees que Andy es a The Office lo que Gunter es a Friends?»

Lo noto. Noto que, en su fuero interno, está pensando: «Este tío, para beber y fumar molaba… pero ¿para formar una familia?»

No me puedo quejar. Aunque hace unos días dudé cuándo mis amigos plantearon la pregunta: «Oye tío, si no pudieras tener sexo nunca más, ¿seguirías con tu mujer?»

Yo tengo claro que sí. Aunque en mi fuero interno tengo claro que me esforzaría bastante menos al limpiar.

Para beber y fumar molaba
Para beber y fumar molaba